El estudio del Banco Mundial sobre América Latina y el Caribe, “Subamos el estándar, para ciudades productivas en América Latina y el Caribe” realizado con autoría de María Marta Ferreyra, Mark Roberts, Grace Cineas, Harris Selod, Nancy Lozano Gracia, Paula Restrepo Cadavid y Souleymane Soumahoro, plantea el concepto de un salto social en el continente latinoamericano a partir de valorizar que en las economías modernas, las ciudades pueden ser motores formidables para la productividad y el crecimiento económico, si logran reunir a personas y empresas en estrecha proximidad geográfica, facilitando con ello la producción, la innovación y el comercio.
En función de ese objetivo de gestión territorial e incorporando las tres dimensiones del desarrollo sostenible: la económica, la social y la ambiental, se deberá posibilitar una operación inclusiva y creativa, relacionado fundamentalmente con la generación de economías para la producción.
Acontecimiento que en su conjunto ha de tener la capacidad de activar un detonador excepcional para el cambio de las tendencias intensivas del crecimiento Humano / Urbano de las metrópolis de Latinoamérica.
Así, es prioritario invertir en infraestructura y capital humano en ciudades de todas las dimensiones, a fin de superar gracias a esta evolución territorial el nivel de productividad y así retener a la ciudadanía en sus lugar de residencia con más empleo, integrando a las ciudades al sistema comercial global, al vincular a la industria local a circuitos de accesibilidad a Puertos y Aeropuertos, promoviendo para ello una red de vínculos simultáneos, no solo urbanos, sino provincial, regional y continental.
Es clave por ello, el aprovechamiento del proceso, hoy ya en curso, generado por la migración de las industrias con ocupaciones obsoletas, fuera de normativa y ubicadas en zonas ya consolidadas a Parques Industriales, lo cual provoca una mejora de las implicancias ambientales negativas que se dan en torno a las actuales locaciones, posibilitando a su vez relacionarse a un sistema colectivo y en red de infraestructuras de energía, seguridad y comunicación, promoviendo de ese modo una estratégica innovación en el movimiento territorial, al centralizar un multinivel de actividades productivas y de servicios con sus zonas de residencias, evitando tanto los largos y conflictivos desplazamientos, que miles de personas realizan, diariamente, a distintos puntos ya constituidos de las ciudades, como la más grave derivada por las migraciones que las alejan definitivamente de ellas.
En ese sentido las políticas públicas deben enfocarse en aumentar el acceso a las oportunidades que ofrece su ciudad, alineando al sistema productivo con la planificación de la movilidad y el uso del suelo urbano.
Es ahí donde el desarrollo de nuevos hábitats productivos y el estudio “Subamos el estándar, para ciudades productivas en América Latina y el Caribe” del Banco Mundial, coinciden al establecer un valor exponencial a la creación de un “entorno propicio”, garantizando que tanto las ciudades pequeñas como las grandes puedan ser lugares atractivos para que los habitantes más calificados vivan y trabajen en ellas.
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