Joseph Samuel Nye, geopolitólogo y profesor de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard, desarrolló los conceptos de interdependencia asimétrica y compleja en las relaciones transnacionales y la política mundial, señalando que la distribución del poder entre los actores del siglo XXI tiene un patrón que se asemeja a un complejo juego de ajedrez, con tres tableros en dimensiones superpuestas. Un tablero unipolar en lo estratégico, otro multipolar en lo económico-financiero y el tercero el societario, de características anárquicas.
Sin embargo, las problemáticas económicas y financieras de la primera década del actual siglo generaron acelerados impactos sociales en el sistema político internacional global, lo cual ha incidido particularmente en las competencias y liderazgos descriptos por Joseph Samuel Nye, en tanto ahora no solo Estados Unidos sino también China, Rusia, Brasil y Alemania participan activamente y cada uno a su modo en las decisiones del orden geopolítico mundial, influyendo activamente en las posiciones de negociación entre los Estados y la organización de los territorios y mercados continentales.
Señal de ello es el decisivo rol de Alemania en el conflicto derivado por la crisis de las economías europeas y la presencia de los BRICS (acrónimo para referirse conjuntamente a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) como una notable referencia de las economías emergentes en esta tendencia multipolar de las relaciones internacionales e interdependendientes en la económica global, dato que marcará en gran medida el devenir económico y político del siglo XXI.
En este sentido, los BRICS responden a cualidades muy representativas de la época, continentes muy poblados, economías ascendentes, una clase media en proceso de expansión y un crecimiento superior a la media global, lo cual se traduce en las siguientes estimaciones para estas cinco naciones: el 43% de la población mundial, un PBI mundial del 21% y más del 20% de la inversión mundial.
Países que a pesar de los distintos procesos políticos y económicos que puedan atravesar, presentan niveles prospectivos de crecimiento, sostenidos fundamentalmente por su escala territorial y dimensión demográfica, proyectando a su vez, afín a su estrategia global, la creación de un fondo de reserva de unos 100.000 millones de dólares con el fin de dotar de autonomía a los países emergentes.
Mecanismo financiero, que se suma en esta línea de multipolaridad global, al creado en el año 2010 por los países de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sureste Asiático) más China, Japón y Corea del Sur, fondo que cuenta actualmente con 240.000 millones de dólares.
El impacto de estas circunstancias en America Latina
Esta difusión del poder global permite una mayor autonomía de acción para las naciones con actitudes activas dentro de estos escenarios y ello involucra la construcción de un nuevo ciclo para las Ciudades Puerto Latinoamericanas, inscriptas claramente en la línea de desarrollo y organización de los Países Emergentes.
En ese sentido la potencia de sus grandes y diversas reservas naturales, fundamentada en su capacidad de gran productor de alimentos, petróleo y minerales, sumado el aporte para mejorar la eficiencia en estos campos surgida de la contínua innovación y evolución de la ciencia y la tecnología, más su condición gográfica bioceánica y su determinante extensión sobre las zonas australes antárticas, ubica a Latinoamérica en una posición excepcional respecto a estos modernos y complejos movimientos geopolíticos futuros.
Sin embargo y aún con esas virtudes, la región funciona todavía bajo el concepto de puertos en competencia por la cantidad de volúmen de mercancías en movimiento como índice de éxito, donde la inversión obviamente solo está dirigida a satisfacer la capacidad de infraestructura de transbordo y almacenaje, manteniendo en general una estructura de logística y de servicios dominada por características tradicionales de localización, extension y límites entre el territorio portuario y la ciudad.
Pero la dinámica del orden mundial, favorece la creación de complementariedad y desterritorialización geográfica, reemplazando la noción de competitividad local y nacional, tan propio de las clásicas decisiones de los nodos políticos centrales.
En estas circunstancias, el cambio surge de integrar de modo descentralizado a la cadena de valor de la actividad portuaria, con la producción y los servicios en red, lo cual ha de relacionar el impacto del empleo directo e indirecto, con los efectos sistémicos derivados de la formación y la posición entre distintas ciudades portuarias, induciendo a un mayor fortalecimiento del orden regional y a una mejor dotación infraestructural.
Así, sobre los Océanos Pacífico y Atlántico, miles de kilómetros de costas invitan a que los puertos más importantes de la región: Manzanillo y Veracruz en México, Colón en Panamá, Kingston en Jamaica, Freeport en Bahamas, Limón-Moin en Costa Rica, Buenaventura en Colombia, Guayaquil en Ecuador, Callao en Lima, San Antonio y Valparaíso en Chile, Buenos Aires y Bahía Blanca en Argentina, Montevideo en Uruguay, Santos y Río de Janeiro en Brasil, evolucionen en sus líneas de planificación territorial integral, asociándose a la nueva dimensión multiescalar de la geopolítica mundial.
A partir de ello el sistema continental latinoamericano deberá ser innovador en sus enfoques de planificación, orientando en base a un mapa de ordenamiento territorial sustentable, la incorporación de las ciudades portuarias como zona estratégica.
Así se podrá priorizar conexiones más eficaces con las regiones interiores de producción y servicios, generando un sistema de redes, que en consecuencia deberá modificar el actual y tradicional formato de los puertos, con el fin de reducir la actual presión urbana ejercida por la cada vez más intensa y permanente concentración de actividades, derivada de la magnitud del intercambio internacional.
Ello acercará al conjunto de las ciudades portuarias latinoamericanas a una mayor y más fluída interacción en sus decisiones, pudiendo ampliar, gracias a una mayor visión estratégica, su participación e incidiencia, en la economía y el comercio global.
Aprender a convivir y conciliar, generando más cooperación para integrarse y complementarse, superando los límites de las fronteras nacionales, es el gran desafío y oportunidad continental dentro del sistema multipolar del Siglo XXI, definido por la masividad y la interconectividad permanente.
Head image: Nuevas redes en el orden geopolítico mundial y en la perspectiva multipolar del siglo XXI.