Santander es una ciudad con una estrecha relación con la literatura. De hecho la ciudad cuenta con dos Premios Cervantes (José Hierro y Gerardo Diego) y hay en la actualidad un puñado de muy buenos narradores y poetas como Álvaro Pombo, Alejandro Gándara, Gonzalo Calcedo, Lorenzo Oliván, Alberto Santamaría o Rafael Fombellida, por citar solo a algunos de los más destacados. Ahora bien, es probable que esa relación con la literatura no sea más estrecha en Santander que en otras ciudades. Porque escritores los hay en todas partes y los escritores no lo son porque nazcan en un lugar determinado sino porque lo son. Vamos, que nacer en Santander, por muy bonita que sea Santander, no multiplica las posibilidades de ser un buen poeta o excelente narrador. Mudarse a Santander tampoco hace que aumenten nuestras posibilidades de escribir una novela o un libro de poemas. Si uno vive en Badajoz, por ejemplo, y se muda a Santander por motivos laborales es poco probable que esa mudanza lo convierta a uno en escritor. Con todo, por aquí, quizá un poco cegados por la belleza natural del entorno, se dice que “el paisaje inigualable” es fuente de inspiración, como si fuera el entorno el que invadiera a través de sus sentidos a las personas y sacara a la luz su vertiente más artística. Como si Santander, como ente inspirador, fuese capaz de despertar la necesidad de cantar poéticamente a las cosas. En realidad, suele ser al revés, es decir, el poeta nace donde nace, vive donde vive, y luego fija su mirada en aquello que le rodea y que forma parte de su experiencia cotidiana y esa experiencia cotidiana puede estar en los lugares más insospechados y no necesariamente en aquellos lugares en teoría más bellos.
Así, se da la paradoja de que siendo Santander una ciudad hermosa, encontremos pocos buenos poemas sobre la ciudad y su bahía. De hecho, esos cantos a la belleza del paisaje de algunos de nuestros poetas se han solido traducir en sus poemas quizá más conocidos en la ciudad pero casi nunca en sus poemas más destacados o importantes. El poeta, normalmente, utilizará a su entorno para hablar, desde ese trampolín, de algo mayor que trascienda al propio entorno.
Feria del Libro Independiente en Cantabria – FLIC. (Foto: Fundación Santander Creativa)
El paisaje es siempre un vehículo que el escritor, con su mirada atenta, utiliza para hablar de otras cosas distintas. Poco interés se hallará en un poema que describa fielmente un paisaje y no busque trascender ese paisaje del que habla. El escritor no fija necesariamente su mirada en las cosas que según los estándares de belleza son más hermosas (la bahía en este caso) y, por ello, los poetas de Santander han cantado también a los polígonos industriales o a las grúas del puerto o a las carreteras o a las aceras rotas o a los cielos que pueden ser los de Santander o los de Algeciras porque los cielos están en todas partes. Se podría decir por tanto que la belleza de Santander nada tiene que ver con los poetas y que los poetas de Vallecas, por ejemplo, cantarán a las pinturas en las paredes o a las azoteas o a los automóviles aparcados en doble fila o al metro a cuyas ventanas se asoman para hundirse en un paisaje oscuro que no por oscuro deja de ser paisaje inspirador. Gonzalo Calcedo, un fantástico escritor y buen conocedor de la bahía de Santander porque navega por ella, nunca ha escrito sobre ese paisaje a pesar de tener más de quince libros publicados. Hierro, que tuvo al mar y a su movimiento presente en su obra, no cantó en exceso a una bahía que él definió musicalmente como de cámara frente a la de Río de Janeiro, que definió como de orquesta. Santander es una ciudad bella, sí. Pero esa belleza no explica que exista en la ciudad una significativa presencia de poetas y narradores. Se podría decir, eso sí, que los poetas y narradores de una ciudad contribuyen a hacer, con su mirada honda y poco convencional, más ancho el paisaje de los lugares en los que viven.
Head image: Una visión diferente de la ciudad de Santander. Senda Litoral Norte. (Foto: Ayuntamiento de Santander)