Escucha…
¿Puedes oír tus pasos al caminar…?
Sobre el asfalto y las aceras, sobre maderas y baldosas, sobre la arena de las playas, sobre la hierba y la tierra de los parques y jardines…
De cada sonido emana un hechizo encantador. Como los músicos, enamorados de los sonidos, te invitamos a acompañarnos en un breve paseo sonoro por la ciudad de Santander, siempre al borde del mar, abriendo de par en par los ojos y los oídos para descubrir cómo el mundo susurra a nuestro alrededor y cómo el paisaje sonoro se funde con la imagen visual creando un entorno único.
Dos sonidos fundamentales se entrelazan formando la base de este paisaje sonoro, como si fueran las notas esenciales de un perfume que se extiende sobre la ciudad: uno es el Mar, en constante movimiento, avanzando y retrocediendo al ritmo de las mareas, acariciando o golpeando sucesivamente las rocas de los acantilados, la arena de las playas, la machina, los muelles…, como un rítmico ostinato; el otro es el sonido de las palabras, la manera especial de cantar las palabras que tiene su gente… Sobre este fondo armónico se superponen las diferentes melodías que resuenan en el aire.
Bahía de Santander. Paseo náutico. (Foto: Román R. Luna)
Al ritmo de nuestros pasos, caminando desde el Barrio Pesquero hasta los Jardines de Pereda escuchamos el mundo del trabajo: los ecos lejanos de los astilleros y el puerto se integran con el sonido del tráfico, las estaciones de trenes y autobuses frente a la estación marítima, el deambular de viajeros y mercancías y las campanas de la Catedral vibrando desde la torre, como una fantasía sonora más allá de la imaginación de Varèse en “Hyperprism”. La estampa se completa al descubrir las obras del nuevo Centro Botin, donde los sonidos de las máquinas y los trabajadores van dando forma día a día al edificio ideado por Renzo Piano que promete convertirse en un punto de encuentro internacional para el desarrollo de la creatividad a través de las artes. Es aquí, en los Jardines de Pereda que se extienden alrededor, donde el mar conecta con el centro de la ciudad.
Desde las calles y plazas que confluyen en el Paseo de Pereda y en Puertochico descienden las palabras, en diferentes idiomas de turistas y paseantes, en animadas conversaciones de terrazas y veladores, salpicadas en ocasiones por la música de los veleros, las gaviotas y las olas junto a la Bahía. Es aquí donde la ciudad se vertebra y vibra. En las tardes de primavera y otoño podemos escuchar a lo lejos a la Banda Municipal de Música, y algunos privilegiados intentan incluso evocar, resonando en su memoria, notas sueltas de las Sinfonías de Beethoven o de la “Iberia” de Albéniz dirigidas por Ataúlfo Argenta en los primeros años del Festival Internacional de Santander, en las grandes noches de la Plaza Porticada.
Atravesando edificios emblemáticos, como el Palacio de Festivales o el Museo Marítimo del Cantábrico nos sorprende el eco de las playas… las olas dulces sobre la arena de la bahía, los juegos y las risas de los niños, el silbido de las cometas y las velas, el viento entre los árboles o entre las grietas de las rocas hasta llegar al Palacio de la Magdalena.
Y rodeando el Palacio, hacia el Norte descubrimos el Sardinero, playas ahora abiertas a un mar que sugiere dejar perdida la mirada sobre el horizonte, pero que es también capaz de impresionar en días de temporal con olas solemnes y sonoras… Qué fácil dejarse seducir aquí por sonidos de otros tiempos, sobre una armonía impresionista de Debussy, entre las villas de principios del siglo XX y sus jardines secretos. En las tardes y noches de verano es frecuente escuchar junto al Casino, al aire libre, canciones montañesas y marineras de Cantabria, o ritmos y melodías de Jazz o Boleros, llegados de otros mares.
Santander. Caminado sobre la orilla del mar. (Foto: Román R. Luna)
Aún una sorpresa más, caminando hacia el faro de Cabo Mayor por la senda de Mataleñas, entre visiones maravillosas de las olas, palmeras y magnolios, entre los cantos de mirlos, petirrojos y gorriones, la naturaleza invade la ciudad y te invita a escuchar el silencio… o quizá el sonido de ligeras gotas de lluvia sobre la hierba…
Head image: Santander. Playa y espigón de “Bikinis” e isla de la Torre al atardecer. (Foto: Román R. Luna)