Desde sus orígenes el principal objetivo del Mercosur y de la Unión Europea ha sido el de propiciar un espacio común que gestione el crecimiento y la creación de oportunidades comerciales y de inversiones a través de la competitividad asociada de las economías de cada país componente, lo cual se puede comprender como el proyecto de un motor de crecimiento económico y social, basado en la integración de sus Estados, el cual supera en los países del Sur más de 300.000.000 de personas extendidas sobre un territorio cercano a los 13.000.000 km2, y en UE más de 500.000.000 de residentes, sobre una geografía de aproximadamente 4.400.000 km².
En ese contexto entre los sectores más importantes para la integración comercial se destacan el de la alimentación, el automotriz, la maquinaria agrícola, los minerales, la industria química, el gas, el petróleo y la siderurgia. Asimismo un acuerdo entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur, daría a su vez señales a los inversores globales favoreciendo la posibilidad que muchas empresas de distintos sectores y escala que hoy parecen fuera de esta oportunidad, puedan reconvertirse o encontrar alianzas estratégicas, especializarse o aliarse para lograr ser más competitivas.
A su vez y fundamentalmente produciría en Sudamérica un salto de extraordinario valor para la organización y calidad de las infraestructuras nacionales y regionales, nos referimos fundamentalmente a los puertos y su enlace con la logística, autopistas y carreteras, las cuales por su nueva dinámica, podrían dar un salto justificado en su desarrollo, transformándose en un nodo estratégico en la geografía del movimiento comercial internacional, aportando una importante cualidad a la dinámica territorial y con ello una renovada visión a la planificación regional y a los factores de integración y participación del activo portuario en el orden urbano en las ciudades.
Sin embargo los acuerdos llevan años de negociaciones de intereses contrapuestos. Hoy los puntos en conflicto se centran en la agricultura, siendo Francia, Polonia e Irlanda los países que más se oponen al acuerdo por presión de los sectores agrícolas de sus países, resistiendo a perder posición en sus mercados por el posible ingreso de productos del campo provenientes del Mercosur. El etanol, uno de los productos que más diferencias genera entre el Mercosur y la Unión Europea para un acuerdo, ahí Brasil y la Argentina piden que les den más cupos para poder exportar, pero los países europeos son los que presentan resistencias. Las patentes, las cuales afectan principalmente a los laboratorios que producen medicamentos y agroquímicos, aquí las diferencias son por los años de exclusividad que pueden tener los productos de cada país por su impacto en las futuras importaciones. Y la carne, donde los países del Mercosur, fundamentalmente Argentina y Brasil no están de acuerdo con el cupo dado para exportar solicitando más participación en el mercado, encontrando en ello negativas de los países europeos.
Todo se seguirá discutiendo en Bruselas, pero sin duda a las políticas de coyuntura, debiera sumarse un espacio de reflexión sobre la apertura a un desafío de costos y beneficios a largo plazo, debiendo sumarse visiones prospectivas derivadas de la generación de una economía de gran escala, lo cual podrá propiciar sugerentes nuevas cadenas de valor. Por ejemplo que en aquel país donde existiesen altos costos de producción se puedan reducir adecuadamente al alinear sus costos a esta nueva dimensión del mercado global y a causa de ello empresas nacionales y extranjeras puedan arribar a acuerdos de alianzas para inversiones, producción y comercialización, impactando, a su vez, en el conocimiento y la especialización, propiciando una diferente dinámica social, transformando la línea de fronteras entre naciones, alentando movimientos de país a país y de ciudad a ciudad.
En este sentido un acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur es un desafío de transformaciones globales y humanas, de características progresivas y estructurales, construidas sobre una notable y azarosa dinámica, las cuales por su influencia han de cambiar el curso de la historia de ciudades y ciudadanos de ambos lados del océano, quienes tendrán que adaptarse a un proceso cultural lleno de expectativas, oportunidades y atractivos.
Ante esta circunstancia, Sudamérica por su expectativa de crecimiento y desarrollo, derivados de sus recursos humanos, naturales y creativos, se presenta como un interesante polo global, debiendo sumar a ello y para confirmar esa ruta una estrategia continental de cooperación y planificación regional de infraestructuras, que provea no solo un soporte de calidad en la movilidad de flujos, sino una mayor evolución y calidad social y ambiental, a fin de lograr un acuerdo equilibrado y de magnitud en bienes, capitales y conocimiento con la UE.
Un intercambio, que a su vez ha de favorecer, en ambos continentes, el crecimiento sostenible, la reducción de la pobreza y la orientación de la gobernabilidad.
Head Image: Mercosur y Unión Europea: una alianza estratégica de impacto en la dinámica territorial global.