Cuando somos niños solemos dibujar a los ríos como si fueran cintas largas y angostas basándonos en las representaciones de los mapas. También pensamos que desde una orilla de un río siempre se podrá observar la de enfrente. Es por eso que muchos niños y niñas en edad escolar definen al Río de la Plata, a pesar de su nombre, como un mar.
Cuando, hace ya casi unos veinte años, indagamos estas representaciones en el marco de un proyecto llamado “Buenos Aires, el Río y los chicos” [1] estas ideas y representaciones iban apareciendo durante el desarrollo de diversas actividades (relatos de experiencias personales en relación con el río, análisis de fotografías, recorridos por la costa de la Ciudad), y se expresaban en frases como:
“yo no conozco mucho (el Río) porque no voy mucho al mar”;
“se parece al mar porque es ancho y grande, y los ríos son finitos”.
Para comprender tan particular situación ante la pregunta “¿la Ciudad de Buenos Aires tiene costa?”, numerosos niños y niñas respondían “no”, porque “costa es cuando la Ciudad está al borde de un mar”.
Estas respuestas se sustentaban en función de conocer o no la costa del Río de la Plata más allá de la práctica social de frecuentar el borde del río en sus tiempos libre y era independiente a la cercanía o lejanía del barrio en el cual habitaban respecto de la costa:
“vamos a pasear con mi familia todo a lo largo de la costa”,
“la costa sirve para pasear y para andar en bici”
Así, si la costa estuviera más o menos cerca de donde vivían no significaba mucho si en su vida cotidiana el río no tenía presencia. Según los propios participantes esto se debía, entre otras razones, a las dificultades de acceso y a la no visualización del Río de la Plata desde sus lugares frecuentados.
Mujeres caminando en la bajante del Rio de la Plata.
Estas cuestiones contribuían a un imaginario de “lejanía” y “ajenidad”. No había una representación de costa como zona de la Ciudad ni una idea de su longitud, que es de aproximadamente 20 kilómetros.
En cualquier caso, era notable la asociación automática que se establecía entre la palabra “costanera” y el Río de la Plata, más allá que Buenos Aires tiene un rio interior, que en ese entonces la referencia urbana lo descalificaba por sus problemas ambientales por lo cual la representacion se aplicaba en forma exclusiva a la costa del Río de la Plata y preferentemente a su sector Norte.
Las respuestas acerca de los motivos por los cuales nuestra Ciudad no está edificada mirando al Río de la Plata mencionaban como principal causa la contaminación, la “mala vista”, la ausencia de playa y agua para bañarse, que no era un lugar “turístico” y las construcciones que lo tapan como el puerto, al cual no se lo identificaba como trascendente en la organización e historia de la ciudad.
Puente Transbordador Nicolás Avellaneda sobre el Riachuelo, barrio de La Boca, Buenos Aires.
Si bien el 99% de los niños participantes afirmaba que Buenos Aires está al borde de un río y podían identificarlo en el plano, también decían que la ciudad estaba lejos del río; iban y venían con sus argumentos. Podían afirmar al mismo tiempo que Buenos Aires está a orillas del Río de la Plata y que la Ciudad no está cerca de ningún río, incluso lo aún más significativo era que casi ninguno de los participantes mencionaba el puerto, ni sabían su ubicación en el mapa y si lo hacían lo confundían con el de otra ciudad, la de Mar del Plata. Así el puerto no era registrado, como un lugar productivo ni paradigmático de la ciudad y llamarse porteño parecía no tener vinculación alguna con el puerto.
Comenzaba a quedar claro que la idea de lejanía y misterio que rodeaba las repuestas en relación a Buenos Aires, su costa y su puerto, tenía que ver con nostalgias festivas y de otros tiempos, cuando era posible bañarse en las aguas de la Costanera Sur o Costanera Norte y no por su valor de orígen portuario, incluso de ciudad inmigrante a través de los barcos que con miles de pasajeros allí llegaron y poblaron Argentina a lo largo de todo su territorio o a su valor de estratégica de Ciudad Puerto, fundamental para la construcción de los beneficios promovidos por la virtuosa economía exportadora de alimentos desde los inicios del siglo XX.
Inmigrantes llegando al puerto de Buenos Aires a principios del Siglo XX.
Así los argumentos infantiles funcionaban “escolarmente” en la mayoría de los casos, pero se ponían en crisis y no se podían sostener, ni articular para pensar causas y relaciones surgidas de las prácticas urbanas, históricas o presentes, ligadas a la ciudad, su puerto y la costa del río.
Pareciera que para los niños-alumnos había río o puerto en los mapas de la escuela.
Pero para los niños-ciudadanos no había río, ni puerto en sus ideas espontáneas, ni en la ciudad que habitaban.
Han pasado 20 años, y aquellos 1200 niños y niñas de 6° y 7° grado participantes de las actividades ya tienen más de 30 años.
¿Seguirán pensando lo mismo acerca de la costa? ¿La vincularán con el puerto?
¿La describirán como poco conocida o reconocida?
Imposible saberlo, pero hay ciertas evidencias para suponerlo.
En sus demandas para vivir mejor el río hace 20 años los chicos y chicas pedían equipamientos culturales, recreativos y patrimoniales. Y la ciudad cambió, la costa cambió, los usos cambiaron, hay parques con playas en el verano, más edificios de oficinas y viviendas que miran el río, bicisendas, el Parque de la Memoria, el barrio Puerto Madero y no solo un gran circuito de museos, sino un reconocido Distrito de las Artes.
Puerto Madero de noche, Buenos Aires.
¿Y el Puerto?
¿Cual será el imaginario ciudadano de aquellos niños, sobre el Puerto en Buenos Aires? ¿Que valor tendrá en su representación social y urbana?
¿Que conocimiento tendrá de su funcionamiento e impacto en el sistema integral del desarrollo económico de la ciudad, la región y el país?
¿Cuánta será la comprensión sobre su importancia para el orden de las infraestructuras metropolitanas?
¿Cuál será ese imaginario para los próximos 20 años?
Notes
[1] El Proyecto Buenos Aires, el Río y los chicos fue una de las acciones desarrolladas entre los años 1997 y 1999 en el marco del Programa de Educación para la Conciencia Urbana durante la gestión del Arq. Roberto Converti como Subsecretario de Planeamiento Urbano de la Ciudad de Buenos Aires en conjunto con la Secretaría de Educación. Las actividades incluyeron recorridos por la costa explicados por funcionarios del gobierno, juegos de urbanistas y planificación urbana, una muestra itinerante y una publicación llamada A toda Costa.
Head Image: Antiguo grabado de la ciudad de Buenos Aires.