San Diego. La defensa del puerto de Acapulco

23 Novembre, 2019

Debido a su relativa proximidad con la capital virreinal, Acapulco fue proclamado como el puerto del Pacífico mexicano especializado en actividades comerciales, existiendo referencias de su funcionamiento desde 1532, aun cuando fue hasta octubre de 1565, que con el arribo de la expedición de Legazpi-Urdaneta conocida como la “ruta de tornaviaje” (1564-1565) [3], se inicia un intenso y largo intercambio comercial con oriente (de alrededor de 250 años), que bien puede catalogarse como la primera ruta de comercio global.

La corona española tuvo una fascinación por lograr la conexión marítima con oriente y Filipinas, buscando no solo encontrar la ruta de vuelta por el Pacífico, sino también tener acceso al mercado de las especias, fomentar la presencia española en la zona, así como el predicar la fe cristiana. Es decir, una mezcla de intereses comerciales, políticos y religiosos.

El trayecto de Acapulco a Manila era un viaje relativamente fácil, sin embargo de Manila a Acapulco se debía zarpar en el mes de junio para aprovechar los vientos de los monzones, situándose muy cerca de la costa del Japón para encontrar la corriente Kuroshiro [4], con la cual se navegaba hasta las costas de California, descendiendo hacia el sur hasta llegar al puerto de Acapulco (Sierra de la Calle: s/f).

La navegación de embarcaciones con ricos cargamentos propició la piratería [5], motivando la defensa de las principales ciudades ubicadas en los litorales americanos. Al principio se custodiaron las flotas en mar abierto y tras incursiones corsarias en las costas, se desarrollaron técnicas de fortificación. Con la especialización de los puertos, la ciudad se convirtió en un ente mercantil y por tanto ya no solo se hizo necesaria su protección, sino que se adoptaron otras funciones de operación simultánea: ser permeables en los frentes costeros o a orillas de los grandes ríos para permitir la actividad del comercio marítimo y buscar el aislamiento mediante un sistema de construcciones defensivas sobre los frentes territoriales (Granero, Martín: 1992).

La defensa del Pacífico novohispano se concentró en Acapulco, debido a que era el único puerto con licencia para realizar comercio de altura y por el que transitaban las riquezas generadas por la comercialización filipina. Debido a  que para la localización de infraestructura militar los emplazamientos debían ofrecer protección a las embarcaciones, sin incurrir en una aportación constructiva compleja, la protección del puerto y bahía de Acapulco consistió en establecer baterías para su resguardo y en la construcción de un fuerte sobre rocas, al fondo de la bahía.

La bahía de Acapulco tiene, sin duda, la fortificación más completa y mejor diseñada del Pacifico: San Diego, construcción que tiene como antecedente un primitivo baluarte emplazado en 1608. La primera fortaleza (un pentágono de lados desiguales con cinco baluartes, en los ángulos), fue proyectada por el ingeniero holandés Adrián Boot y se construyó, impulsada por Diego Fernández de Córdoba [6] de 1615 a 1617. Un fuerte pentagonal resultaba muy útil para lugares con un frente al mar y otro a tierra, como es el caso de Acapulco, ya que eran muy versátiles para los movimientos estratégicos de ataque, contra-ataque, vigilancia y resguardo interno (Mejía, López; Ramírez de Alba; Sánchez Vértiz: 2013).

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El fuerte de San Diego, Acapulco. México. (Gómez, Marbeth: s/f)

En el terremoto de 1776, el fuerte sufrió deterioros importantes y aunque reparables, se tomó la decisión de su reconstrucción (la cual se realizó de 1778 a 1783), este restablecimiento buscó mejorar sus condiciones arquitectónicas, al regularizar los baluartes para cubrir debidamente los flancos, proyectando, asimismo, recintos abovedados en el interior del inmueble. El proyecto de esta segunda versión (de menor tamaño que la anterior y con planta de estrella de cinco puntas, rodeada por su foso), estuvo a cargo del ingeniero militar Miguel de Constanzó y se realizó considerando un programa arquitectónico que incluyó: cinco baluartes [7], capilla, calabozo, rampas, cocina, aljibe, letrinas, puente, plaza, habitaciones, almacenes, foso y acceso cubierto (el foso es impresionante y cuenta con un puente de unión formado por arcos de medio punto que recuerdan los realizados en las ciudades italianas, pero en menor escala).

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Planta arquitectónica del proyecto de 1777, para el fuerte de San Diego. (Mejía; Ramírez de Alba; Sánchez Vértiz: 2013)

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Foso del fuerte de San Diego. (Rodríguez Viqueira: 2012)

El trazo de este nuevo fuerte tiene forma de pentágono regular y se encuentra inscrito en un círculo exterior (de 70 metros de radio) y un círculo concéntrico (con radio de 50 metros) que define los quiebres laterales de los cinco baluartes. Otro círculo interior (de 40 metros de radio) precisa los puntos donde terminan los flancos e inician las cortinas. Además, este inmueble presenta una característica peculiar y poco usual en este tipo de edificaciones, un eje de simetría próximo al norte astronómico (con un ángulo de 10° 48’), diseñado probablemente para la observación y estrategia de defensa y ataque de la bahía. Los principales materiales utilizados para su reconstrucción, fueron piedra de granito (lajas irregulares y bloques con una cara plana), piedra caliza (de origen coralino), piedra de cantería de color rosa  y ladrillos (Mejía, Lopez; Ramírez de Alba; Sanchez Vértiz: 2013).

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Trazo de baluartes y cortinas del fuerte de San Diego. (Mejía; Ramírez de Alba; Sánchez Vértiz: 2013)

Su construcción, dirigida por Ramón Panón y concluida en 1783, permitió albergar alrededor de dos mil hombres con víveres, agua potable y municiones para un año. Sin embargo, unos cuarenta años más tarde se hicieron reparaciones en las cortinas, parapetos, explanadas, foso, puente levadizo, estacada, puertas, sala de armas y cuartelería; trabajos que se concluirían en 1809, permitiendo el aspecto que actualmente conserva (Mejía, Lopez; Ramírez de Alba; Sanchez Vértiz: 2013).

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Foso, puente levadizo y acceso. Fuerte de San Diego. (Cervantes, Iván: s/f)

En el siglo XVIII Acapulco, junto con el fuerte de San Diego y una vez cancelada la ruta comercial con Filipinas, fue muy importante durante el proceso de independencia de México, ya que a él llegaban, por vía marítima, los abastecimientos de armas y municiones a los españoles. La capitulación del fuerte, por parte del ejército realista fue el 20 de agosto de 1813, convirtiéndose en el centro de la estrategia militar insurgente, en el sur del país.

En 1933, el fuerte de San Diego es declarado monumento nacional y a partir de 1989 se convirtió en el Museo Histórico de Acapulco, siendo el único monumento virreinal en el puerto.

El explosivo crecimiento de las ciudades latinoamericanas generalmente implica agresión al patrimonio, ya que la construcción de calles, pavimentos, estacionamientos, instalaciones industriales, comerciales, pasos a través de las murallas o su destrucción completa, han modificado sustancialmente el espacio en torno a estas edificaciones, como fue el caso del puerto Veracruz, en donde las murallas fueron eliminadas completamente. En el puerto de Acapulco se conserva un entorno natural y una relación de altura conveniente hacia el lado costero del fuerte de San Diego; sin embargo, en su lado territorial se han permitido construcciones demasiado cercanas y de altura excesiva (Diaz-Berrio F.; 2012).

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Vista de Google Maps (revisado el 29 de junio de 2019).

Aunque en general la imagen de la fortificación de San Diego puede describirse como adecuada, se han identificado deterioros debido, principalmente, al ambiente húmedo y salino de Acapulco y a las características geológicas del subsuelo, lo que ha provocado, debilitamiento de los materiales por humedad y formación de salitre, así como grietas en los componentes estructurales. La actividad humana también ha sido factor de afectación, al realizar adecuaciones y modificaciones para atender las nuevas funciones que se la han otorgado al inmueble. Se observa, asimismo, desgaste en secciones de constante paso de visitantes.

En diferentes épocas se han realizado reparaciones al fuerte van desde la reconstrucción total del inmueble, a la aplicación puntual de diversas técnicas de restauración como son: uso de mortero con rajuelas, sustitución de materiales, inyección de mortero y de resinas epóxicas, así como resanes con morteros con aditivos endurecedores. En el inmueble también se observan placas metálicas que al parecer corresponden a anclajes de tensores metálicos, así como restos de viguetas metálicas; además de lajas de granito, colocadas con el fin de dar una apariencia de uniformidad al inmueble (Mejía, Lopez; Ramírez de Alba; Sanchez Vértiz: 2013).

En síntesis, el fuerte de San Diego, uno de los ejemplos de plaza fuerte mejor logrados en las costas americanas, señala el valor histórico, estético y cultural de las fortificaciones militares, no solo como lugares estratégicos para el resguardo de puertos y mercancías, sino como reflejo de un complejo trabajo de ingeniería, que requirió de modificaciones en la tecnología constructiva, del análisis de las limitaciones de los materiales utilizados en su edificación, del uso de estrictos esquemas organizativos y funcionales, de la imposición geométrica en las trazas y de la búsqueda de nuevas tácticas defensivas, dando como resultado imponentes construcciones defensivas, como a la que hemos hecho referencia.

Notas

 

[1] Los fuertes, o plazas fuertes, usados por la Corona española hasta finales del siglo XVIII, responden a normas constructivas aplicadas a la defensa de lugares relativamente aislados y de mediana jerarquía estratégica, pero de gran importancia comercial. Son construcciones de planta regular diseñadas y construidas en la tradición de la traza italiana con innovaciones vaubarianas. Generalmente estas tipologías presentan una planta formada por un cuadrado dividido en nueve partes iguales, rematado en las esquinas por cuatro baluartes de traza pentagonal. Todo está rodeado por un foso perimetral y la entrada se realiza a través de un puente levadizo (Rodríguez, Viqueira: 2012).

[2] Escuela de fortificación representada por Sebastian Vauban y Louis de Cormontaigne, cuyas principales aportaciones a las edificaciones militares fue el trazado abaluartado y la construcción de fosos alrededor de los fuertes.

[3] El viaje hacia Oriente se iniciará en el puerto de Navidad, en México, el 21 de noviembre de 1564 y se concluirá en el puerto de Cebú, en Filipinas, el 27 de abril de 1565. El regreso al puerto de Acapulco se dio el 1º de octubre de 1565.

[4] En japonés Kuroshio significa “corriente negra” o “agua oscura” y se refiere a una fuerte corriente marina de aguas veloces y cálidas, que se caracteriza por un color azul oscuro, ya que por su temperatura se produce escasez de vida marina y por tanto pobreza en nutrientes, produciendo que el color del agua se oscurezca.

[5] En el siglo XVI, Francisco I de Francia fue el primer monarca en promover la piratería, relacionándolo con el ataque a Santo Domingo en 1511 y con el secuestro de las naves que trasportaban el tesoro de Moctezuma en 1523 (Rodríguez, Viqueira: 2009).

[6] Virrey de la Nueva España de 1612 a 1621.

[7] Se nombró Fuerte de San Diego en honor al santo patrón del virrey, Diego Fernández de Córdoba, marqués de Guadalcazar, quien también definió los nombres de los reductos defensivos: Rey, Príncipe, Duque, Marqués y Guadalcazar. Con la reconstrucción derivada del sismo de 1776, los baluartes del fuerte fueron rebautizados con los nombres de La Concepción, Santa Bárbara, San Luis, San Antonio y San José.

 

 

Referencias

 

Díaz-Berrio F, Salvador (2012); “Las Fortificaciones en el conjunto de los bienes culturales”; en Arquitectura y Urbanismo Militar en Iberoamérica; p.p. 109-119; UAM; México.

 

Granero, Martín Francisco (1992); “Arquitectura del Agua en el territorio. Sistemas de abastecimiento y defensa”; Tesis; Universidad de Sevilla, España.

 

Mejía, López Marcos; Ramírez de Alba, Horacio; Sánchez Vértiz, Ruiz René Lauro (2013); “Aportaciones de las características arquitectónicas y constructivas del fuerte de San Diego en Acapulco”, México. Revista Legado de Arquitectura y Diseño; Facultad de Diseño, Universidad Autónoma del Estado de México; Año, 8, No. 13, enero-junio 2013; p.p. 125-142; México.

 

Pinzón Ríos, Guadalupe; (2008); “Defensa del Pacífico novohispano ante la presencia de George Anson”; EHN 38, enero-junio, p. 63-86; Universidad Nacional Autónoma de México; México.

 

Rodríguez, Viqueira Manuel (2009); “Arquitectura militar, génesis y tipología”. Limusa; México.

 

Rodríguez, Viqueira Manuel (2013); “Arquitectura militar y guerra de mercados durante los siglos XVII y XVIII, en el Golfo de México y el Caribe. Las fortificaciones de la isla de tris y de las riberas de la laguna de Bacalar y del río Hondo”; en Arquitectura y Urbanismo Militar en Iberoamérica; p.p. 3-47; UAM; México.

 

Sierra de la Calle, Blas; (s/f) “La expedición de Legazpi-Urdaneta (1564-1565). El tornaviaje y sus frutos”; revisado el 29 de junio de 2019

http://www.armada.mde.es/archivo/mardigitalrevistas/cuadernosihcn/58cuaderno/cap05.pdf


Head Image: Vista panorámica del Fuerte de San Diego en Acapulco.

Article reference for citation:
ESPINOSA DORANTES ElizabethSan Diego. La defensa del puerto de Acapulco PORTUS: the online magazine of RETE, n.38, November 2019, Year XIX, Venice, RETE Publisher, ISSN 2282-5789, URL: https://portusonline.org/es/san-diego-la-defensa-del-puerto-de-acapulco/

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