Los textos clásicos nos han transmitido que Tárraco tenía una estación marítima según Eratóstenes aunque Artemidoro lo contradice negando que tuviera un lugar propicio para echar el ancla [1]. Lo cierto es que el puerto de Tarragona empieza su singladura comercial, hace más de 2000 años, con la llegada de los romanos cuando recalaron en la bahía para atracar las naves mientras no navegaban y llevar a cabo la carga y descarga de mercancías. En esta bahía natural construyeron el puerto artificial o harbour -como se denomina en inglés- para conseguir toda la infraestructura necesaria a un puerto de las características del de Tárraco, donde el emperador Augusto residió una temporada. Pero, con la caída del Imperio Romano y la escasa relevancia comercial durante la Edad Media, llegamos al siglo XVIII donde las condiciones del puerto tarraconense no serán las adecuadas para acoger el volumen exportador de los productos del Camp de Tarragona. El aguardiente y los frutos secos serán las principales mercancías a exportar a partir de la Real Cédula del año 1778 que autoriza los puertos catalanes a comerciar con América. No será hasta unos años más tarde que el informe realizado por el capitán de navío, Juan Ruíz de Apodaca, permitirá iniciar las obras del puerto del sur de Catalunya, en Tarragona, en detrimento del puerto natural de Salou -defendido por los reusenses y los pueblos del Camp- y del proyecto de Sinibald de Mas, director de la Escuela Náutica de Barcelona, de un puerto en la Punta de la Mora.
Las obras del denominado puerto moderno empezarán a partir del 26 de junio del año 1790. Momento, en que tomará la fisonomía del puerto actual con la construcción del dique de Llevant y el contradique con la posterior habilitación de muelles, siendo el muelle de Costa el primer muelle comercial a finales del siglo XIX. Como su nombre indica está ubicado en la línea de costa con un calado de cuatro metros. La evolución en el transporte marítimo, la ampliación del puerto con nuevos muelles más adecuados a las nuevas necesidades comerciales y de más calado, harán que este muelle, el más próximo a la ciudad, deje de tener actividad portuaria y habilite sus espacios a nuevos usos. Esta transformación se inicia a partir del año 1986 cuando las grúas, los tinglados y los almacenes de refugio de mercancías pasan a formar parte de un nuevo uso, bajo la denominación de Moll de Costa, como referente de actividades culturales, lúdicas, deportivas y, en definitiva, ciudadanas.
La recuperación de edificios, de patrimonio documental y de patrimonio inmueble permitió poner al alcance del público la historia del puerto de Tarragona mediante la organización de exposiciones temporales y actos ciudadanos; la creación del Archivo del Port con la clasificación y catalogación de la documentación portuaria, y del Museo del Port, respectivamente. De este modo, ahora, todo el mundo puede disfrutar y conocer el desarrollo portuario de Tarragona y, en especial, de los últimos 200 años.
Vista exterior del Museu de Port en el almacén refugio mercancías del Moll de Costa.
Los tinglados y almacenes de mercancías, por su estructura industrial de grandes naves diáfanas, sin impedimentos arquitectónicos, han facilitado la adecuación a los nuevos usos expositivos, o de actividades diversas a que se dedicarían a partir del año 1986 cuando todo el Moll de Costa se transforma en espacio de uso cultural y ciudadano, siendo el puerto tarraconense de los primeros del Estado que empieza esta nueva actividad que será implementada también, a lo largo de los años, por otras Juntas de Puertos o Autoridades Portuarias [2]. Una vez rehabilitados el antiguo edificio de gestión portuaria y los almacenes de mercancías, le siguió el patrimonio documental generado por la administración portuaria a partir del año 1790. Esto permitió que en 1990 se inaugurara el primer archivo portuario del Estado que se instaló en el edificio de la plaza de los Carros, nexo de conexión con la ciudad y lugar tradicional de llegada de las mercancías. En el mismo edificio también se ubicó las aulas de la Escuela Taller, entre los años 1992-1995, para recuperar los oficios del mar con los módulos de carpintero de ribera, motores, vela y modelismo instalados, estos, en el Tinglado 3 del Moll de Costa.
Con estas intervenciones de conservación del patrimonio inmueble y la recuperación de antiguos oficios del mar, junto con la rehabilitación de las primeras grúas eléctricas del año 1926 y de embarcaciones portuarias, empieza la preservación del patrimonio marítimo-portuario de Tarragona que culminará el 13 de mayo del año 2000 con la inauguración del Museo del Port de Tarragona, ubicado en el almacén de refugio de mercancías (Refugio 2) en el mismo Moll de Costa. Edificios, instalaciones arquitectónicas, documentación, maquinaria y oficios serán elementos a conservar.
Interior del Museu de Port.
A partir de este momento, el Museo en sus 900 m2 de exposición permanente, en los talleres de modelismo y restauración, en los almacenes de reserva… custodia y conserva el patrimonio marítimo y portuario, al mismo tiempo, que también lo divulga con diferentes actividades, entre las cuales destaca el programa pedagógico que desarrolla en el aula didáctica y en otros espacios del entorno portuario. En definitiva, nuestra finalidad es proponer a los visitantes un recorrido por la historia del Port a través del tiempo, desde que los romanos desembarcaron hasta la actualidad. El puerto comercial, el pesquero y el deportivo están representados, mediante las tipologías de embarcaciones, los sistemas de carga, las mercancías, los oficios tradicionales, las señales marítimas,etc., es decir, la vida en los muelles.
El fondo patrimonial del Museo está integrado por colecciones que contienen embarcaciones, maquinaria portuaria, señales marítimas, útiles y enseres de oficios tradicionales de la actividad portuaria o pesquera y patrimonio documental. La procedencia inicial fue de la misma Autoridad Portuaria, entidad que gestiona el Museo del Port y que lo creó para preservar su patrimonio, pero con el tiempo, entidades del entorno portuario, pesquero, deportivo, en definitiva, marítimo, así como particulares vinculados a la mar, en todas sus manifestaciones, nos han hecho confianza para custodiar y dar a conocer al público visitante aquellos objetos de su vida cotidiana. En la actualidad el Museo cuenta con un total de 1.500 objetos registrados, de los cuales una cifra inferior al 10% representa los elementos adquiridos. Cuando se ha llevado a cabo una adquisición ha sido, generalmente, de grabados, libros antiguos, para formar parte de los contenidos de exposiciones temporales relacionadas con temática marítima, en general, o, específicamente, de la historia del Port de Tarragona.
Motor DIESEL del Mercante Dragonera. Años 1960.
En referencia al patrimonio industrial y portuario que se encuentra en el exterior del Museo, dadas sus características, se ideó un proyecto de integración museística que permite disfrutar de la Ruta Patrimonial del Port de Tarragona, a todos aquellos que pasean por la fachada portuaria, donde se señaliza, personaliza y documenta cada uno de los objetos patrimoniales al aire libre con plafones instalados ante cada elemento que relata la historia, técnica y las curiosidades, en tres idiomas (catalán, castellano e inglés). Así conocen in situ una docena de objetos de patrimonio portuario, iniciando un recorrido de más de cuatro kilómetros desde el Museo del Port hasta el faro de la Banya, en el extremo del dique de Llevant. Es una ruta sostenible porque se hace a pie, en bicicleta…
El bote de cadenas, inicio ruta patrimonial.
El faro de la Banya ha sido otra intervención de patrimonio industrial y portuario pues, la recuperación de este faro metálico ha estado posible gracias a su traslado hacia los años ochenta del siglo pasado, al dique de Llevant del Port de Tarragona donde fue rehabilitado. Se construyó a mediados de siglo XIX para guiar a los navegantes en el delta del Ebro. El incendio en la Guerra Civil y su abandono posterior lo alejaron de su tarea hasta que no fue trasladado a Tarragona. Por su cariz histórico, en agosto de 1990, volvió a iluminar aunque no es necesario para la navegación [3].
Far de la Banya al dique de Levante.
Para el Port de Tarragona pasó de ser un edificio singular, único testigo de los faros metálicos del Ebro [4], a ser la imagen corporativa de la institución hasta el año 2010. Está catalogado como Bién de Interés Local (BIL) y forma parte, como hemos dicho, de la Ruta Patrimonial del Port. De este modo, volvemos al bello edificio metálico la vieja tarea de vigilar la costa y guiar, simbólicamente, los navegantes mientras los instagramers lo mantienen vivo en la memoria.
Desde el Museo, nuestro objetivo es preservar este patrimonio marítimo y portuario para acercarlo al público, ya sea con la exhibición y, también, con la programación de nuevos proyectos vinculados tanto a temáticas históricas como científicas o tecnológicas.
Aprender a conocer la mar y la actividad portuaria es la finalidad de nuestra propuesta pedagógica. Por este motivo, desde el año 2000, fecha de su inauguración, el Museo del Port de Tarragona ha ido ampliando y evolucionando la oferta didáctica con nuevas actividades para dar a conocer el mundo marítimo en todos los aspectos (historia, etnografía, ciencia, tecnología, actividad económica, medio ambiente). Los talleres también se han adaptado con relación a las nuevas incorporaciones de patrimonio marítimo y portuario al espacio expositivo, así como la realización de actividad didáctica fuera del ámbito museístico, según temáticas a desarrollar.
La última propuesta presentada el pasado mes de septiembre, Observatori Blau, el mundo pesquero del Serrallo nos transporta al fondo marino donde descubrimos las treinta especies más capturadas en la mar tarraconense gracias a una experiencia multisensorial. Ubicada en el mismo edificio de la Lonja del Pescado del barrio marítimo, podemos disfrutar de la subasta en directo, descubrir los moluscos, los peces y los crustáceos en su hábitat -mediante reproducciones a escala real- y conocer que, gracias al oficio de pescador y las tipologías de pesca, llegan a puerto para su subasta y posterior distribución. La vida en el barrio también permite mostrar otra tipología de patrimonio, el inmaterial.
Las actividades van dirigidas a todos los niveles educativos: desde Educación Infantil hasta Ciclos Formativos y Universidad. El idioma es catalán, castellano y algunas propuestas son en inglés o francés.
En los últimos años el Museo también ha consolidado una programación de actividades familiares y para todos los públicos, que disfrutan de visitas, talleres, actividades teatralizadas, rutas… y que les permite hacer una inmersión en nuestra mar Mediterránea y, en particular, en el día a día de un puerto comercial, pesquero y deportivo como el Port de Tarragona que ha apostado para conservar y difundir su patrimonio.
Notas
[1] Estrabón menciona las dos teorías alrededor del puerto de Tárraco.
[2] Nueva denominación de las antiguas Juntas de Obras de los Puertos con la Ley 27/1992, de 24 de noviembre, de Puertos del Estado y de la Marina Mercante.
[3] Desde el año 2003 ha estado Museo de Faros, extensión del Museo del Port de Tarragona. Actualmente, se programan, periódicamente, actividades de divulgación en torno el mundo marítimo como por ejemplo La Nit Literària en colaboración con la Biblioteca Pública de Tarragona.
[4] Toldrà Dalmau, Mercè: “Far de la Banya, testimoni dels fars de ferro” a Eje. Cultura industrial, técnica y científica, revista editada por el Museu Nacional de la Ciencia y la Técnica de Catalunya. Terrassa. Número 6, 2018.
Head Image: Divulgando el mundo del mar a los más pequeños.