En un tiempo en que la flamante imagen del Guggenheim parece diluir el pasado industrial y portuario de la villa de Bilbao, resulta oportuno echar la vista atrás y, en este caso a través de las imágenes que nos prestan las estampas, confirmar el protagonismo que ha tenido la ría a su paso por el núcleo urbano así como la relevancia que la propia ciudad y su puerto han tenido, antes como ahora y confiemos que siempre, en el contexto internacional.
En el apretado espacio que ofrece esta publicación haremos un rápido repaso de una selección de evidencias iconográficas, que vienen a explicar las razones del asentamiento bilbaíno en este punto donde la marea pone fin a la ría y el vado permite franquear las riberas del río, al tiempo que se facilitan las maniobras vinculadas a la actividad portuaria.
Daremos tan sólo cuatro referencias visuales y a su paso mencionaremos otras varias estampas que, por ser conocidas (alguna de ellas incluso referida en el ámbito de esta misma publicación) no precisan reproducción. Mi exposición pretende acreditar que la Villa y el Puerto de Bilbao ha merecido la atención universal bastante antes de nuestra reciente transformación en una ciudad de atractivo turístico. La selección de las referencias visuales pretende ofrecer imágenes menos conocidas que las habitualmente publicadas.
La primera evidencia visual que tenemos de Bilbao la podemos encontrar en el ‘Libro de las Grandezas …’ de Pedro Medina que tanto en sus ediciones sevillana (1548) como alcalaína (1566) nos ofrece, junto a la descripción de hechos históricos, la imagen de las ciudades más relevantes de España. En tosca imagen xilográfica que titula ‘Vlla de Bilbao’, no se pretende reflejar la realidad topográfica sino enfatizar las características de la ciudad ideal con sus fuertes defensas y altas torres, si bien en el caso de Bilbao la estampa ya nos muestra el curso fluvial.
Avanzando poco más en el tiempo, y ya con delineación precisa de la topografía local, contamos con la conocida estampa del ‘Civitates Orbis Terrarum’ de Braun&Hogenberg (en realidad en su segundo tomo, el publicado en 1575) en la que se nos ofrece una imagen de la ciudad portuaria de ‘Bilvao’, mostrando las señas de identidad de las dificultades para la arribada al puerto con expresión de la ‘Vara de Porto Galete’, al tiempo que nos muestra la ría hasta el mismo puente de San Antón pleno de actividad de bajeles y esquifes.
Una vez presentada la ciudad y su puerto en la recopilación de Braun, junto a las más de quinientas ciudades que allí se recogen, cabe plantearse el recorrido que la representación de nuestra villa pudiera tener en otras antologías. Efectivamente, viene representada en las distintas copias, más o menos desfiguradas, de este trabajo seminal (Valegio, Meisner, etc..), pero me gustaría detener nuestra atención en los mapas con figuras que se ponen de moda en las casas cartográficas flamencas a lo largo del siglo XVII. De la España imperial, peninsular, orlada por una selección de sus más importantes ciudades se llegan a editar, según refiere Günter Schilder, hasta siete ejemplos. El primer mapa en el tiempo (ver imagen) está fechado entre 1610 (acceso al trono de Felipe III, representado en el correspondiente medallón) y 1612 (muerte del autor de la obra, Jocodus Hondius), no llegando a incorporarse a ningún Atlas, conociéndose su difusión tan sólo como ‘hoja suelta’, por lo que su tasa de supervivencia ha sido espectacularmente escasa. Recoge, junto al mapa de la península, las ciudades capitales de Lisboa, Valladolid, Toledo y Burgos; junto a ellas, las exóticas poblaciones todavía recientemente recuperadas del poder musulmán: Granada, Alhama, Velez-Málaga y Ecija. De entidades portuarias se acogen las vistas de Sevilla, todavía el puerto de referencia para el comercio del Nuevo Mundo y… Bilbao. Nótese que no aparecen Barcelona, Valencia o Málaga y que del Atlántico no merecen reproducción La Coruña, Gijón o Santander, sino sólo Bilbao. Todavía más, no puede olvidarse que, por ejemplo, Barcelona y Santander habían merecido su inclusión en la obra de Braun, pero en este primer ejemplo de mapa peninsular el autor se decanta por el indiscutible puerto de referencia en el ámbito ibérico, Sevilla, y por nuestra villa Bilbaina, perfecto reflejo de la relevancia que en el ámbito internacional, pues no olvidemos que el mapa fue editado en Amsterdam, se daba ya a principios del diecisiete a nuestra población.
España. Jocodus Hondius (alrededor de 1610).
Si a principios del XVII, en el discreto espacio que permite la orla, Hondius representa un Bilbao evidentemente prestado de la obra de Braun pero sin particulares señas de identidad, siglo y medio después esta imagen canónica queda modificada pero, como veremos, exacerbando si cabe la identidad portuaria de la ciudad. Edward Nairne, el comerciante de objetos ópticos londinense, a quien se conoce como proveedor del capitán Cook, precisamente en 1756 pone a la venta una estampa de Bilbao que se centra de forma más decidida en el paisaje urbano, pues deja de abarcar la desembocadura portugaluja, pero no abandona la ejemplificación de uso portuario de los elementos centrales de la villa. En una visión detallada se puede observar la larga línea de buques abarloados desde la zona frente la iglesia de La Merced hasta El Arenal. Tanto en la gran plaza que se abre junto a San Antón y el Ayuntamiento así como en la trasera de la antigua iglesia de San Juan se pueden observar tareas relacionadas con el tráfico marítimo o incluso, ya en Atxuri, con la pesca.
Esta imagen de Nairne, considerando los escasos ejemplos que se conocen, debió tener una difusión limitada, pero una contextualización más amplia nos caracteriza su relevancia en el marco del conocimiento de Bilbao en el ámbito internacional, pues este grabado va a servir de base para la ‘Vista Óptica’ (ver imagen) que de nuestra villa realizan distintos impresores. Nos consta su edición por los grabadores parisinos Huquier, Chereau y Daumont y se enmarca en la serie de imágenes ‘inversas’ que posibilitaban su visión, reconstituida, mediante el uso del zograscopio. Este aparato era el centro de la atención en las reuniones burguesas del último tercio del siglo XVIII, en las que mediante su utilización se visionaban los más importantes centros urbanos del orbe, lo que nos ofrece una idea del grado de difusión de la imagen de nuestra villa.
Vista óptica de Bilbao. Segunda mitad siglo XVIII.
En el primer tercio del siglo XIX, nos encontramos con un ejemplo raramente reproducido (ver imagen). En esta ocasión admítase la licencia de presentar un dibujo y no una estampa, pero creo que por su peculiaridad merece su incorporación en este elenco. La imagen es deudora de la obra de Nairne en cuanto a la disposición de las labores portuarias, si bien actualizada con mimado detalle de las nuevas construcciones como el Hospital Civil, iniciado en el año 1818. En lo que aquí interesa, se abre hasta la desembocadura de la ría para mostrar la zigzagueante senda que habían de seguir las embarcaciones para su acceso al Abra de Bilbao. Sin la minuciosidad que en esa misma época ofrece la litografía de Miñano (‘Plano de Portugalete y su fondeadero’), aúna, sin embargo el levantamiento ciudadano a las características portuarias.
Bilbao. Anónimo. Dibujo del primer tercio del siglo XIX.
Para cerrar este rápido repaso mostraremos una carta marina (ver imagen). Conocemos ejemplos muy antiguos en los que de forma inicialmente tosca (Waghenaer o Blaeu, a caballo entre el siglo XVI y XVII) o meramente esquemática (por todos, Neptune François finales XVII) se representan Ría y Abra. En la sobresaliente obra de Tofiño (finales del XVIII), aun con notables avances en lo relativo a la navegación, apenas se mejora la representación del entorno. Con base en esta última obra, ya a mediados del XIX, la Dirección de Hidrografía de España imprime un ‘Plano de la Concha y Barra de Bilbao…y del Río Nervión’ que asimismo incorpora un plano de la villa. Nos muestra las condiciones de navegabilidad justamente en el momento anterior a las grandes obras de infraestructura, al tiempo que ofrece descripción precisa de las edificaciones vinculadas a la actividad portuaria. Efectivamente, podemos encontrar centros auxiliares hace ya tiempo olvidados, desde las cordelerías de Campo Volantín o Zorroza hasta el Lazareto, acompañado de otras interesantes referencias como, por ejemplo, el punto, en Luchana, donde habitualmente se realizaba la inspección de sanidad. Los valores de sonda, con especial detalle en la zona de la barra, se ofrecen hasta el mismo puente de San Antón. Y todavía se muestra, con perfecta delineación, la isla de Uribitarte, cuyo canal no sería cegado hasta unas décadas más tarde.
Ría y Abra de Bilbao. Dirección de Hidrografía (1849).
Pero los cambios que la modernidad, la explotación del hierro, las necesidades portuarias y de crecimiento ciudadano han generado en los últimos 150 años, ya son otra historia.
Sirva este pequeño repaso como testimonio de un Bilbao ya reconocido en las más relevantes publicaciones del momento desde el mismo siglo XVI, cuya pujanza mercantil le lleva a ocupar posición de ejemplo en el ámbito peninsular e incluso en el elenco de ciudades seleccionadas para distracción de diletantes. Y, finalmente, para recordar a quienes apreciamos la conservación de nuestro patrimonio industrial, que aquello que no supimos mantener tan sólo quedará plasmado como recuerdo en las estampas.
Head Image: Vista óptica de Bilbao. Segunda mitad siglo XVIII.