Tampico es un puerto mexicano en la orilla norte del Río Pánuco, cerca de su desembocadura al Golfo de México. Un gran sistema de lagunas en la confluencia de dos ríos, el Pánuco y el Tamesí, determinaron la importancia estratégica de su ubicación geográfica para las culturas precolombina, colonial, del México independiente y contemporáneo.
Combates durante la conquista española en el siglo XVI, y los ataques de piratas europeos bajo las comisiones de guerra marítima en el Caribe durante los siglos XVII y XVIII, ocasionaron que su población peregrinara por cinco ubicaciones cercanas, hasta consolidar su asentamiento definitivo hace casi dos siglos. El Tampico indígena, Pueblo Viejo, Altamira y Tampico Alto precedieron al Tampico actual, fundado en 1823. Dos razones determinaron su ubicación definitiva: la importancia histórica de las aduanas, principal recurso fiscal para el México Independiente, y el flujo paralelo de los ríos Pánuco y Tamesí.
El primer documento legal del México Independiente “Arancel General Interno para los Gobiernos de las Aduanas Marítimas en el Comercio Libre del Imperio”, se publica en 1821 [1], y dos años después, los pobladores de Altamira solicitan al General Antonio López de Santa Anna el permiso provisional para fundar una nueva población donde ubicar la Aduana de Tampico. Una estrecha isla entre los dos ríos fue el sitio ideal. El Pánuco permitía la navegación de alta mar para embarcaciones de mayor calado, mientras que el Tamesí facilitaba la navegación de cabotaje para pequeñas embarcaciones más adecuadas a su sistema lagunario interior.
Mapa histórico de Tampico. (Fuente:https://mexicana.cultura.gob.mx/en/repositorio/detalle?id=_suri:MEDIATECAMAPA:TransObject:5bc5073e7a8a0222efe691a3)
El edificio actual de la Aduana se inició en 1896 y su construcción se terminó dos años más tarde. Constituye un excelente ejemplo de la arquitectura del siglo XIX, a base de ladrillo y elementos prefabricados de fierro fundido. Su diseño, estructura y acabados compiten con los mejores edificios de la época.
El inmueble tiene dos plantas. La primera alberga las bodegas, almacenes y una zona menor de oficinas al frente. La segunda planta cuenta con un magnífico corredor que circunda tres de sus cuatro lados, lo cual confiere una imagen bella, con sus columnas y barandales de hierro forjado, proporciona una muy inteligente protección climática, y permite un flujo excelente de las personas que acuden a tratar sus asuntos.
Aduana histórica. (Fuente: https://www.mexicoenfotos.com/antiguas/tamaulipas/tampico/aduana-maritima-de-tampico-MX13537126630064)
Cien años después de inaugurado el edificio se encontraba en un estado razonable de conservación general, pues gracias a su diseño y materiales originales resistió el paso del tiempo, varios ciclones e inundaciones importantes. Sin embargo, a lo largo del tiempo, administraciones ignorantes le infligieron modificaciones que deterioraron su imagen y estructura.
Una remodelación realizada en 1972 no correspondió al valor arquitectónico del edificio. Su fachada de ladrillo aparente fue pintada como “ladrillo aparente” con pintura color ladrillo y remarcando meticulosamente a pincel todas sus juntas con color blanco; su cubierta original de lámina de zinc se remplazó por una techumbre de concreto cuyo peso desmedido ocasionó fracturas en los tímpanos de los arcos perimetrales del corredor; sus amplios espacios interiores fueron divididos en laberintos burocráticos; y sus instalaciones sanitarias fueron olvidadas más allá de las recomendaciones mínimas de higiene.
En 1989, un nuevo administrador pensó reparar los baños, pero la Secretaría de Hacienda decidió en ese momento, de manera afortunada y atinada, emprender un proyecto integral de restauro que fue encomendado al arquitecto tampiqueño Alfonso Govela.
El proyecto de rescate se hizo durante 1990-1991. Se trabajó en conjunto con el Instituto Nacional de Antropología e Historia y se propuso recuperar los elementos originales aún presentes y reinterpretar aquellos faltantes con sus principios de diseño básicos. Para este fin, se realizó una investigación histórica del inmueble, se elaboró un levantamiento fotográfico y topográfico completo del edificio, y se integró un equipo de profesionales de arquitectura e ingenierías, estructural y de instalaciones, de primer nivel. El proyecto resultante se licitó en concurso y la ejecución de la obra la ganó una constructora local. Una cuidadosa supervisión de los trabajos permitió garantizar su correcta ejecución en calidad, tiempo y costo. El resultado recibió la Medalla de Oro en Restauración de la Tercera Bienal Mexicana de Arquitectura, el Premio Francisco de la Maza -con mención honorífica- del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y un reconocimiento de la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo en Madrid, 1993.
Aduana Marítima de Tampico. Interiores. (Fuente: http://www.bienalesdearquitectura.es/index.php/es/i-biau/6557-i-biau-mexico-finalista-aduana-maritima-de-tampico.html; Fotos originales de Lourdes Grobet)
En su momento fue un ejemplo importante de cómo una institución pública puede recuperar el valor artístico de su patrimonio histórico, integrar todos los beneficios de la nueva tecnología, y mantener, transformado a la época actual, el uso original del edificio.
El patrimonio construido se preserva cuando se mantiene vivo y atendido, su vida adquiere sentido cuando el edificio responde a necesidades vitales de la comunidad donde se aloja, y su cuidado sucede cuando se aprecia en su mantenimiento un valor económico mayor al costo de su reposición. Cuando este ciclo logra mantenerse por un tiempo largo, el inmueble adquiere, además, un valor simbólico y se vuelve emblemático para su ciudad. Un patrimonio abandonado sucumbe, un patrimonio olvidado se deteriora y las ruinas se reemplazan. Un patrimonio longevo puede enraizarse en la memoria colectiva para enorgullecer a su comunidad.
Las actividades de un edificio pueden cambiar durante su historia, y siempre es un reto, y una obligación, encontrar nuevas fuentes de vida relevantes para aquel patrimonio histórico que ha perdido su función original. Con frecuencia se piensa en convertirlos en Museos, pero ante la avalancha de propuestas semejantes, esta alternativa pocas veces los salva y, con frecuencia les induce un estado de coma que pospone su agonía. Otra opción frecuente son usos restauranteros y comerciales abrasivos que generan, en el mejor de los casos, modas pasajeras que, con el tiempo, demandan ellas mismas restauros ocasionados por su propio flujo de clientes y comensales.
Una estrategia más productiva es contemplar el potencial que el entorno urbano ofrece en conjunto con el edificio, y explorar, en armonía, sinergias detonadoras de oportunidades mixtas para toda la comunidad, rebasando los pequeños grupos de interés que con frecuencia acompañan a los tomadores de decisiones.
El entorno urbano en Tampico ha cambiado radicalmente en los últimos cien años. Desapareció la pequeña isla entre dos ríos. El río Tamesí fue desviado para conectarse río arriba con el Pánuco. Su cauce fue desecado y el ferrocarril tomó su lugar. La Plaza de la Libertad perdió su lado abierto cuando dos grandes predios privados cerraron su conexión original al flujo pluvial. Construyeron nuevos mercados municipales, y entorno a ellos creció una zona de tolerancia para los marineros.
El contexto metropolitano también evolucionó sustancialmente. Cuatro de los cinco sitios por donde Tampico peregrinó en su historia forman parte ahora de su megalópolis. La población ya no huye ante los ataques de piratas, pero su crecimiento demográfico ha extendido la ciudad hasta sus antiguos lugares de refugio, y, en un peculiar ajuste de cuentas histórico, el peso de las actividades portuarias cambió de ubicación. Al norte de la ciudad, en Altamira, se construyó un nuevo puerto industrial abierto directamente al mar, que en 34 años se ha convertido en el primer lugar para el flujo de fluidos petroquímicos, el segundo para automóviles por el Golfo de México, y el cuarto a nivel nacional para movimiento de carga [2].
Mercado original. (Fuente: https://deskgram.net/p/2056646644947892385_577260652)
En retrospectiva, podríamos pensar que la Secretaría de Hacienda intervino en 1990 la Aduana Marítima de Tampico, para equilibrar el inicio, cinco años antes, del nuevo puerto de Altamira. Un par de puertos vecinos, a tan sólo 20 km de distancia, se justificó operativamente con distintas capacidades y funciones, pero se validó socialmente permitiéndoles asumir distintos proyectos de vida futura.
La clave del rescate de la Aduana fue concientizar a la ciudadanía sobre el valor de su Centro Histórico, y 30 años después es evidente el resultado. Con el apoyo ciudadano se logró recuperar la Plaza de la Libertad mediante un proceso de diseño participativo. Encontramos los catálogos originales que las casas fundidoras europeas del siglo XIX usaban para vender, a domicilio, sus elementos prefabricados de fierro fundido, y los entregamos a los propietarios de inmuebles circundantes para que eligieran y reconstruyeran, o construyeran nuevos, los portales que la reglamentación original permitía.
Plaza de la Libertad. (Fuente: https://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=470388&page=63)
Rescatamos el Edificio de la Luz para funciones hacendarias complementarias a la Aduana. Reubicamos los puestos ambulantes de comida en un Mercado Gastronómico, que posteriormente fue derrumbado cuando se construyeron, ampliados, nuevos mercados municipales. Con el respaldo social de la memoria histórica el sitio volvió a adquirir valor político para lucimiento de nuevas obras.
El Centro Histórico de Tampico ha echado raíces en la memoria colectiva, pero falta aún, sin embargo, continuar trabajando en el potencial del antiguo muelle, especialmente ahora que es evidente la relevancia del puerto de Altamira.
La estrategia para el futuro es clara: recordemos que en 1823 la ubicación de la Aduana frente al Río Pánuco determinó la función original portuaria de esta nueva ciudad, y reinterpretemos el nuevo potencial que monumento, y muelle, presentan para un nuevo “Frente al Río”. Podemos ahora refundar turísticamente el Puerto de Tampico para rescatarlo de su desafortunada situación social actual. Podemos proyectar un nuevo futuro turístico del Centro Histórico volcado una vez más a su origen pluvial y marítimo. Un “Frente al Río” que se vuelva un proyecto líder de la comunidad para recuperar esa fachada citadina a su vía pluvial, y que detone un proyecto de restauración urbana capaz de extenderse, social y ciudadanamente, a todo Tampico.
Aprendamos de la historia del monumento de la Aduana, y apliquemos nuestro aprendizaje a la historia y geografía de nuestra ciudad. La Aduana Marítima de Tampico nos presenta una oportunidad única para refundar el 6º. Tampico sin cambiar de lugar, restauremos, revitalicemos y rescatemos su tejido social en el mismo sitio donde encontró su asiento definitivo: de frente al río.
Notas
[1] Cruz L. Carlos (2010), consultado el 6 de julio de 2019 en: https://aduanaenmexico.wordpress.com/2010/10/25/historia-de-la-aduana-en-mexico/
[2] Díaz, M.A. (2018). consultado el 7 de julio de 2019 en: https://www.elsoldetampico.com.mx/local/el-puerto-de-altamira-uno-de-los-4-mas-importantes-del-pais-2762804.html
Referencias
Cruz L. Carlos (2010), “Historia de la Aduana en México”, consultado el 6 de julio de 2019, https://aduanaenmexico.wordpress.com/2010/10/25/historia-de-la-aduana-en-mexico/
Díaz, M.A. (2018). “El puerto de Altamira, uno de los 4 más importantes del país”. El Sol de Tampico, consultado el 7 de julio de 2019, https://www.elsoldetampico.com.mx/local/el-puerto-de-altamira-uno-de-los-4-mas-importantes-del-pais-2762804.html
Head image: Aduana Marítima de Tampico. Fachada exterior.