Azul es el sendero de las naves

10 Novembre, 2019

Cádiz, tres mil años de historia. Así reza el título que todo gaditano conoce y repite con orgullo al que quiera saber algo de su lugar de origen. El Museo Provincial lo testifica con los sarcófagos antropoides fenicios y numerosos restos romanos procedentes de la antigua Gades, Baelo Claudia o Medina Sidonia. En la Santa Cueva, un oratorio del siglo XVIII, podemos contemplar tres lienzos de Goya y escuchar el día de Viernes Santo la pieza musical Las siete últimas palabras de Nuestro Salvador en la Cruz, que le fue encargada a Joseph Haydn por el Marqués de Valdeíñigo; desde hace trescientos años el sermón y el concierto se suceden con puntual fervor.

El gusto por la música se manifiesta también en la cultura popular con los cantes, bailes y toques flamencos; y con la celebración del Carnaval que agrupa en coros comparsas y chirigotas a un buen número de gaditanos.

En Cádiz nació Manuel de Falla, nuestro músico universal que da nombre al único Gran Teatro que existe actualmente en la ciudad. A diferencia de Mozart en Salzburgo o Verdi en Busseto, en su ciudad natal no existe casa que visitar; sólo una placa en el número 3 de la Plaza de Mina recuerda la fecha de nacimiento del eminente compositor: 23 de noviembre de 1876. En la cripta de la Catedral descansan sus restos.

La sorpresa que depara la cuidad al que la vista reside en su aparente insularidad. El mar la rodea por casi todas partes; sus puestas de sol son un espectáculo y en el paseo Marítimo se pueden ver a diario paseantes que con sus cámaras intentan atrapar el momento rayon vert.

Hace unos días apareció en el Diario de Cádiz una noticia con llamativo titular: ”Cádiz, un rincón subestimado en España“. La afirmación proviene de una crónica de un columnista del New York Times que afirma que los viajeros se han llevado años “pasándola por alto”, es decir, ignorándola. El reportero está recorriendo el mundo para luego recomendar lugares y ciudades que son imprescindibles; y la nuestra es una de ellas. Se maravilla con su arquitectura, aprecia su comida y resalta la amabilidad de los gaditanos. Sorprende el comentario; porque desde el siglo XIX los viajeros románticos han glosado en capítulos memorables La Tacita de Plata. Citas de Lord Byron, Edmundo de Amicis o Manuel Machado ponen sobre la pista a los indecisos visitantes.

En 1845 apareció en Londres un libro titulado Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa. Su autor Richard Ford escribe: “Cádiz es el mejor punto de partida para un viaje por la península. Los medios de locomoción son abundantes. Hay vapores ingleses, españoles, franceses que lo comunican con el Golfo de Vizcaya; Marsella; y un vaporcito que remonta periódicamente el Guadalquivir hasta Sevilla… Al entrar en la Bahía de Cádiz vemos levantarse sobre su promontorio surgiendo del mar azul oscuro la ciudad construida en roca, reluciente como una hilera de palacios de marfil”. Como buen viajero a Ford le interesan las Posadas. “La mejor de todas, la Posada Inglesa en la calle San Servando a 35 reales diarios. Cádiz es también famosa por sus guitarras. Las que hacen Juan Pajez y su hijo Josef están a la misma altura que los violines de Stradivarius. Así va describiendo la ciudad, informando sobre su historia desde la antigüedad y elogiando la labor del gobernador irlandés O´Reilly quién en el siglo XVIII introdujo un sistema inglés de limpieza urbana. Se asombra al descubrir las esteras, alfombras hechas de junco o esparto, bonitas y baratas frescas y limpias, las casas de baños, las tiendas donde venden mantillas de encaje y las zapaterías de calzado fino y propio para los pies de las bailarinas gaditanas”. Las críticas políticas, la dejadez y corrupción del personal de aduanas y de los barqueros equilibran el elogio. El Manual fue todo un éxito en su país; en el nuestro lo leímos gracias a la editorial Turner y la traducción de Jesús Pardo en 1980.

Le damos ahora la palabra a Benito Pérez Galdós, autor españolo de una enorme obra novelística. En los Episodios nacionales, que consta de 46 tomos, retrata la vida de los españoles en el convulso siglo XIX. A Cádiz le dedica dos de ellos. El primero, Trafalgar, se publicó en 1873, casi setenta años después de librarse el celebrado combate. El protagonista Gabriel Araceli declara: “Yo nací en Cádiz, en el famoso barrio de la Viña, que no es hoy, ni menos era antes, academia de buenas costumbres… Me veo jugando en la Caleta con otros chicos de mi edad. Aquello era para mí la vida entera; yo tenía la creencia de que el hombre había sido criado para la mar, habiéndole asignado la Providencia, como supremo ejercicio de su cuerpo, la natación, y como constante empleo de su espíritu el buscar y coger cangrejos”.

Después de esta presentación promete al lector referir un gran suceso del que fue testigo: la batalla de Trafalgar. Al placer de releer la novela se une otro que no es menos importante: el de acompañar al protagonista en su recorrido por la provincia cuando huérfano y sin medios para vivir decide marcharse hasta Medina Sidonia donde la fortuna le lleva hasta la casa del capitán de navío don Alonso Gutiérrez de Cisniega y su mujer, ambos de avanzada edad y a cuyo servicio entra de ayudante del Capitán. La familia se traslada a vivir a Vejer de la Frontera desde cuya cima se divisa el cabo del Trafalgar. De esta forma Galdós nos presta los ojos de Gabriel y nos hace partícipes de la terrible derrota de la flota española frente a los navíos ingleses. Con un realismo espléndido narra la muerte de Churruca y el comentario elogioso de sus enemigos ante el féretro de tan valiente comandante. Era el 21 de octubre de 1805.

Actualmente toda esta zona de la geografía gaditana ofrece innumerables atractivos a los turistas y visitantes que veranean en las playas donde se yergue el faro del cabo famoso. Esta costa, en parte todavía salvaje, conserva el encanto de épocas pasadas que bien pudiera hoy reconocer nuestro admirado Galdós.

Otro de los Episodios se titula Cádiz y recrea el ambiente de la ciudad en 1812; época en la que en el Oratorio de San Felipe se está produciendo el debate y aprobación de una de la primeras constituciones liberales del mundo. En una España ocupada por las tropas de Napoleón, Cádiz era una isla de libertad.

Volvamos los ojos a un tiempo más reciente para comentar la relación con la ciudad de la obra literaria de Pilar Paz Pasamar y Fernando Quiñones, residentes en Cádiz así como la de Rafael Alberti nacido en El Puerto de Santa María.

Pilar, que murió hace unos meses, ha dejado una obra poética excelente. Su libro Textos lapidarios se inspira en el de parecido nombre escrito por el rey Alfonso X el Sabio, que mostró siempre especial aprecio por la ciudad de Cádiz, su situación estratégica y lealtad. Dice así el poema que abre el libro de Paz Pasamar:

Yo, Alfonso,

Rey Castellano,

Hijo de Fernando,

Nieto de Berenguela,

Señor de Andalucía,

Quiero ser enterrado junto al mar.

Ser enterrado en Cádiz,

La ciudad más antigua

A la que he repoblado

De cántabros y astures,

Y la que me ha conquistado

Con el olor de su sabiduría.

Hoy, una calle muy corta, vecina a la Catedral Nueva lleva el nombre del Rey Sabio. Está llena de comercios, bares y una hermosa tienda de reproducciones de objetos y piezas de museo. Los gaditanos la conocen como la calle Pelota.

En torno a la Catedral están los barrios donde Fernando Quiñones sitúa a los personajes de sus relatos y poemas. Fernando trabajó desde muy joven en el muelle y comienza a escribir temprano, actividad que cultivó siempre hasta su fallecimiento en 1998. La literatura y el cante jondo son sus grandes pasiones , la música, el cine y los toros también. A la entrada de la Caleta se ha levantado una estatua tamaño natural del escritor. Sus lectores que son legión se reúnen periódicamente para leer en voz alta sus relatos y poemas en cuyo lenguaje y estilo se reconocen. Su Obra escogida en dos tomos lo enmarca ya entre los clásicos. Uno de los relatos titulado El Armario da idea de lo que comentamos acerca de los personajes populares, los emigrantes españoles a Alemania en los años 60 y su incurable nostalgia por la patria chica. Nostalgia y humor, un buen combinado que nos arranca media sonrisa. Lo mismo ocurre en Las mil noches de Hortensia Romero. Su oído para captar el tono y los giros gaditanos lo hace inconfundible; su gracia y ternura, inolvidable.

Por último, Rafael Alberti, poeta de la Generación del 27, que al volver del exilio en 1977 fue elegido Diputado a Cortes en las primeras elecciones democráticas por la circunscripción de Cádiz tras la dictadura. Su poemario mas celebrado es Marinero en tierra en el que la Bahía de Cádiz cobra un protagonismo singular. Sus versos los saben de memoria los escolares. Alberti fue muy popular por los recitales de su propia poesía y la manera de declamarla. Las calles de una barriada muy cerca de La Bahía llevan el nombre de algunas de sus obras: Cal y Canto, Plaza de La Amante o Pleamar. Un homenaje en vida de aquel primer ayuntamiento democrático del año 1979.

En Pleamar, poemas escritos entre 1942 y 1944, dice el poeta:

Dale a mi verso, mar, la ligereza,

La gracia de tu ritmo renovado.

Si te escucharas, mar, si tu lenguaje

Pudiera, mar, ser otro,

¿qué palabras dirías?.

Terminamos con un recuerdo agradecido a Fernando del Paso, gran poeta y excelente narrador mexicano que visitó Cádiz para hablarnos de su mar y de su obra; autor del endecasílabo que da título a este escrito.


Head Image: Atardecer en La Caleta, Cádiz. (Autor: Julio González)

 


Article reference for citation:
JUNQUERA COCA Josefina, Azul es el sendero de las naves PORTUS: the online magazine of RETE, n.38, November 2019, Year XIX, Venice, RETE Publisher, ISSN 2282-5789, URL: https://portusonline.org/es/azul-es-el-sendero-de-las-naves/

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