Observar viejas fotos del Veracruz antiguo es entrar en la nostalgia a través de esas composiciones gráficas en sepia o blanco y negro que componen los álbumes familiares o adornan las paredes en muchos lugares de la ciudad. Es escalar un presente que contempla ese ayer con aires de modernidad. La transformación de la ciudad en los últimos años, es algo que debe explicarse en el contexto de una avanzada neoliberal que incidió en la textura y porosidad desde la cual emerge una cultura urbana definidora de estilos de vida diferentes.
Y es que en su infraestructura, en los servicios, en la diversidad de sus ofertas se revelan algunas características que devienen atributos de un presente que poco se parece al ayer, aun cuando perviva en el imaginario de algunos habitantes una nostalgia que contrasta con aquellos que encantados por un paisaje cosmopolita que favorece nuevas prácticas sociales.
Hablar de estilos de vida en el puerto veracruzano, es hacer referencia a esa avanzada neoliberal que promovió un cambio en las formas de pensar, planear y administrar la ciudad hacia finales de los 80, proceso de transformación que se confirmaría en lo venidero, cuando la municipalidad cambió el uso de suelo en algunas zonas para cobijar un desarrollo que impactó en la imagen citadina: sus sendas, sus bordes, sus nodos… sus fronteras se modificaron, en una ciudad que se reinventó así misma.
Si en el centro histórico y su circuito del llamado primer cuadro de la ciudad sigue habitando un pasado añorado que sufre ante el embate de un tiempo que carcome la arquitectura tradicional como los viejos modelos de vida, la consolidación de proyectos habitacionales que van del interés social a zonas residenciales trazadas en las periferias de la ciudad, erigen una arquitectura que corrompe la vieja imagen además de generar nuevos hábitos citadinos.
En este contexto, la diversificación en las ofertas para el entretenimiento, la diversión y el ocio, han venido a marcar una variable diferencial entre los grupos sociales que cohabitan en estas tierras, favoreciendo estilos de vida también relacionados con los lugares de procedencia: si se es del norte, del sur o poniente; si se prefiere ir a un complejo cinematográfico o a otro; si se tienen los recursos para ir a un café tradicional o uno gourmet; si se prefiere degustar un buen vino o conformarse con una cerveza artesanal; si se tienen los recursos para acudir a un restaurante de comida internacional o a un fast food o a una fonda de antojitos tradicionales.
La textura y porosidad en la ciudad de Veracruz son confirmación de un denso proceso de reinvención, en donde los capitales económicos, culturales y sociales, son dispositivos que favorecen o no la apropiación de lo que la ciudad ofrece; por lo que el acceso a las ofertas definen proyectos de vida diferenciados por la forma en que un habitante tiene acceso o no, se apropia o no de esos bienes. Qué queda para aquellos sectores vulnerables que permanecen invisibles, distantes o ausentes del acceso a estos bienes materiales o simbólicos, es algo sobre lo que hace falta reflexionar pero también investigar, para trazar las nuevas cartografías que están definiendo a una sociedad que añora el pasado, pero que ha aprendido a ser o representarse desde un presente con aires cosmopolitas, en medio de una diversidad, pluralidad y desigualdad que traza fronteras vertebradoras de complejos procesos de identidad que se viven a diario en la ciudad.
Con lo dicho aquí, se espera hayan sido abierto caminos para dar cabida al análisis de una ciudad que sigue esperando se le vea y comprenda desde su presente, con todas las aristas que esto representa. Lo deseado es que se haya abierto un horizonte para la comprensión de aquello que hoy define la cultura urbana en el puerto de Veracruz.
Head image: La playa es un espacio que ha permitido la consolidación o emergencia de prácticas deportivas de distinta índole. Aquí el llamado besibol playero, una actividad tradicional en Veracruz.