Los faros fueron concebidos para ayudar a los navegantes, dándoles la confianza de que su luz les indicaría el camino correcto en su travesía. Son torres altas situadas en la frontera entre la tierra y el mar, expuestas a las inclemencias del tiempo. Su forma, su color, su situación y su historia les otorgan una personalidad propia, con una belleza peculiar que los hace únicos. Observarlos nos provoca una sensación de admiración y de seducción, de misterio y de soledad.
Numerosos artistas de distintas disciplinas han reflejado en sus obras la imagen de los faros, también los autores de cómics. De hecho se podría realizar un paralelismo entre los faros y los cómics: en cierta manera, los cómics nos “iluminan” al leerlos, por servirnos de guía en nuestro proceso de madurez.
Es innegable reconocer la influencia que tienen los cómics en la etapa de primeras lecturas y en nuestra adolescencia, y, por qué no, en nuestra edad adulta. Está demostrado que la lectura de cómics fomenta el desarrollo de las capacidades cognitivas y creativas, aumentando la capacidad de síntesis y de abstracción, de asociación de ideas y de conceptos. La lectura de un cómic es una lectura compleja, que obliga al lector a un esfuerzo de comprensión, asociando imágenes con texto, personajes con tramas, escenarios con diálogos o viñetas con elipsis.
Todos nosotros somos el resultado de un aprendizaje continuo que se desarrolla a través de la familia, los amigos, la escuela, la sociedad y nuestras circunstancias. Ese aprendizaje va definiendo nuestro carácter y nuestra personalidad. De todas esas experiencias, una de las más íntimas y más profundas es sin duda alguna la lectura. La lectura de libros, cuentos, tebeos o cómics, se convierte en un instrumento sosegado y completo para el trasvase del saber y del sentir. Sin esas lecturas, sencillamente, seríamos diferentes.
Los faros y sus ocupantes (fareros o torreros) han aparecido en numerosas publicaciones gráficas, pero en pocas ocasiones han sido protagonistas. A continuación se presenta una pequeña selección de algunas de estas obras, con autores españoles y franceses, publicados en las últimas cuatro décadas, donde el faro es un protagonista absoluto de la obra.
1973. Adaptación del clásico de Jules Verne, “El faro del fin del mundo”, publicado por la Editorial Bruguera. La portada es del recientemente fallecido Antonio Bernal Romero (1924-2013), los dibujos del interior son de Martínez Osete y guión de Alberto Cuevas Hortelano.
1976. “Jonathan Struppy, El condenado del faro”, de Joan Boix (Barcelona 1945). Tres historias cortas recuperando las historias descritas en los diarios de los torreros que habitaron el faro, antepasados del último descendiente del linaje.
1986. “Meurtre dans le phare” (“Muerte en el faro”), de Serge Clerc y guión de François Landon. Drama, intriga y asesinatos en un faro como escenario.
1992. “Trazo de tiza”, de Miquelanxelo Prado (La Coruña, 1958), la obra más premiada de un autor español. Imprescindible.
1998. “Historia del Puerto de Málaga”, de Juan Álvarez (dibujo) y Jorge Gómez (color). Tándem de autores al servicio de la divulgación de unos de los puertos más emblemáticos del país, con la conocida Farola como protagonista de la portada.
2002. “Le bateau feu” (“El barco de fuego”), de Christophe Gibelin y Stéphane Robin “Hèloret”. La dureza de los barcos-faro en el Canal de La Mancha.
2004. “Troïs eclats blanchs” (“Tres destellos blancos”), de Bruno Le Floc’h (Finisterre, Francia 1957). El relato de la construcción de un faro, protagonizado por el ingeniero encargado del proyecto.
2004. “El faro”, de Paco Roca (Valencia, 1969). El autor de “Arrugas” publicó su primera novela gráfica con un torrero como protagonista.
2005. “Le fantôme de Ploumanach” (“El fantasma de Ploumanach”), de Philippe Chanoinat y Frédéric Marniquet. Serie de varios volúmenes que mezcla fantasía y realidad (los faros son reales).