Los c(olores) de la ciudad desde marte

29 Marzo, 2013

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Casi no lo cuento, el motor de la nave (platillo volante en argot terrícola) se gripo, y después de muchos esfuerzos logre amerizar en un descampado de lo que luego me entere que se llamaba El Ejido en la ciudad de Málaga, un lugar que no figuraba en la enciclopedia galáctica, pero si en el WXY (GPS) de la nave.

Hacia un calor tremendo en el mes local, agosto, y la hora, cinco de la tarde no ayudaba al encuentro con los terrestres, pero sin embargo las calles según bajaba hacia la ciudad antigua estaba llenas de gentes que gritaban y se movían convulsos ataviados de colores chillones. El suelo era pegajoso y tenia una capa viscosa que provenía de los líquidos que bebían y que terminaban arrojando de sus vasos, botellas o por vía rectal.

Esa fue mi primera sensación del color de la ciudad, el amarillo del pipi que los exaltados feriantes soltaban con rubor o simplemente sin escrúpulos. Amarillo fuerte, pero no tanto como el olor que desprendía y que se mezclaba con el homónimo de los caballos que tiraban de los coches de paseo.

Olor a meado es como le llaman algunos majarones que conocí y cuya imagen corriendo por calle Carcer abajo sigo recordando, amarillo oscuro.

Con el paso del tiempo fui conociendo que otro amarillo parecido, el amarillo oro, era el color predominante en los edificios antiguos de la ciudad. Amarillo arena era también el color del albero de la plaza de toros y de otras plazuelas de la ciudad que el viento de levante a veces hace volar.

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( Illustration,  © Luis Ruiz Padrón )

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Tan popular era el amarillo que años después cuando se iniciaron las tareas de recuperación de la ciudad antigua de casi tres milenios, se elaboro una carta de colores donde predominaba el amarillo oro.

Durante los años que la ciudad creció de forma desmesurada con edificios altos, medianos o pequeños, pero todos feos el color beis se impuso en las barriadas junto al blanco sucio que era muy socorrido. Las casas más pudientes utilizaban el ladrillo visto, de aspecto rojizo que de lejos recordaba el adobe primitivo.

Con la modernidad que según me cuentan algunos merdellones llego de forma repentina a la ciudad, los colores se diversificaron, recuerdo especialmente el contraste del blanco de los nuevos edificios portuarios y el azul del mar, limpios y nítidos cuando el poniente permite que las brumillas despejen la imagen de la ciudad.

Sin embargo los nuevos colores ya no huelen, y hecho de menos el insoportable olor amarillo que conocí en mi primer viaje a Málaga.

amarillo_3( Illustration,  © Luis Ruiz Padrón )

 

 (The first illustration, at top of the page © Luis Ruiz Padrón )


Article reference for citation:
Cots Peter, “Los c(olores) de la ciudad desde marte”, PORTUS: the online magazine of RETE, n.25, June 2013, Year XIII, Venice, RETE Publisher, ISSN 2282-5789 URL: https://www.portusonline.org/los-colores-de-la-ciudad-desde-marte/

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